jueves, 8 de agosto de 2013

S.O.S. ...entre la ayuda, la carga, las penas y las angustias...



A veces me pregunto qué tan difícil puede ser hacerse entender... o será que de verdad tengo que callarme siempre lo que quiero decir?

Desde pequeña, siempre se me enseñó a callar, porque podía hacer sentir mal a otras personas con ciertos comentarios. En fin, no me enseñaron a tener filtro. He intentado aprenderlo, pero no tengo éxito, por lo que finalmente termino tomando el camino "menos sano": aguantar, aguantar, aguantar y de repente paf! explotar... así, de la nada.

También me sucede que cuando yo empiezo alguna "discusión", tratando de decir lo que siento y pienso, termino sintiéndose culpable por lo mal que pudo haberse sentido el otro por mis comentarios.

Sinceramente, no sé qué es peor.

Por una parte, no me gusta herir a personas que me importan, que quiero o que amo. Por otra parte, he aprendido que tampoco me hace bien no expresar las cosas que pienso o siento en el momento en que las pienso y siento. ¿Cómo se encuentra el punto medio? ¿Cómo se logra ese equilibrio?

Cuando comencé con este blog, mi idea era proponerme metas, lograr cambios con mi vida. Ahora se ha convertido en el lugar donde finalmente puedo expresar lo que siento sin sentirme juzgada, donde puedo simplemente hablar. ¡Cómo me gustaría poder expresar verbalmente lo mismo que logro expresar escribiendo y lograr que finalmente me invada una sensación de paz y tranquilidad en lugar de culpa, tristeza y a veces incluso dolor!

Hoy, lo único que pedía era que me escucharan. No es fácil lidiar con dos empleos (donde además en uno de ellos están atrasados en dos meses en mi salario), muchas deudas que pareciera que nunca terminan de pagarse y además tener que administrar una casa donde viven varias personas. Es difícil llegar a las 10 de la noche y darse cuenta de que los platos no están lavados, no hay nada de comer y hay una montaña de ropa que debe doblarse y guardarse porque ya se secó. Más difícil es saber que después de cocinar, lavar los platos y doblar la ropa, debes seguir trabajando porque por la mañana debes cumplir con proyectos que se basan en plazos que si no cumples, no te los pagan. ¿Y lo que más duele? Que aparentemente nadie se dé cuenta de que estoy exhausta. Pareciera ser que nadie escucha cuando pido ayuda, en momentos realmente siento que si no soy yo la que hace las cosas, a nadie le nace hacerlas. Si no voy al supermercado no hay qué comer, si no voy a pagar las cuentas, nos cortan los servicios básicos, si no limpio la casa vivimos en un basural. Odio que me pregunten "¿qué falta en la casa?", cuando es tan simple abrir la despensa y ver qué no hay. O que me den el dinero de las cuentas en vez de decirme "mañana tengo tiempo, yo puedo ir a pagarlas".

La verdad, de repente pienso que tal vez yo soy la que está mal, tal vez me quejo por nada. Pero esto de que mi mente sepa que siempre "hay algo que hacer" me desesperando. No me deja descansar. Hace meses que no me voy a la cama una noche tranquila, porque siempre me quedó algo por hacer. Ya ni siquiera disfruto salir a divertirme, porque el cargo de conciencia por saber que hay obligaciones con las que debo cumplir no me permite disfrutar.

Hoy herí a una persona por decir lo que sentía. Herí a la persona que más me importa en esta casa. Y no puedo dejar de sentir angustia. Hice enojar la única persona que fue capaz de preguntarme "¿Qué pasa?". No se suponía que tenía que sentirme así, se suponía que tenía que sentir que me sacaba un peso de encima por poder desahogarme. Pero resulta que sólo siento que tengo que solucionar otro problema y que se agregó una carga más a la que ya tenía: la de la culpa.