jueves, 28 de abril de 2011

Con una nube negra sobre mi cabeza...


Había estado evitando escribir... las última dos semanas han sido realmente una mierda y por lo mismo, no quería contaminar este blog que es el registro de mis grandes cambios con toda la nube negra que me ha estado rodeando en estos días. Sin embargo, hoy me detuve a pensar y siento que lo mejor es transmitir todo eso, aunque no sea lo más positivo.

Los procesos de cambio conllevan altos y bajos. En estas últimas dos semanas he tenido todos los bajos posibles: volví a comerme las uñas, dejé de maquillarme, subí casi 2 kilos, comí como si el mundo fuera a acabarse y no me importa nada. Sí, nada. Estoy atravesando por uno de esos momentos depresivos profundos... momentos que parecen desaparecer, pero que siempre cuando siento que estoy en mi mejor momento regresan. Lamentablemente, el dinero para poder tratarlo con un psicólogo no está en este momento, estoy abocando todo a poder pagar mis deudas. Además, ya ni siquiera sonrío... de la nada comencé con un problema dental que más rápido que lento está haciendo desaparecer la sonrisa que siempre llevaba... y claro, tampoco hay dinero para el dentista (la última vez que coticé alguno, el tratamiento me salía la mitad de mi sueldo de 1 mes... y debía pagarlo de una vez... auch!).

Como si fuera poco, el fin de semana pasado (no este que acaba de pasar, sino el anterior), y por primera vez en meses, no tuve trabajo que hacer. Eso me llevó a dos conclusiones. La primera, estar sin trabajo un día me hace pésimo, porque siento que tengo que matar el tiempo en algo que me encierre en mí misma sin tener que pasar por el proceso de relacionarme con otros. La segunda, tener tiempo libre me lleva a pensar, a llorar peor que una Magdalena porque siento que todo el mundo es más feliz que yo y, por supuesto, a profundizar mis estados de depresión. Cuando tengo tiempo libre no sé qué hacer, esa es la verdad. No tengo a mi familia conmigo (ni puedo viajar a visitarlos), mis amigas salen con sus novios o sus familias... y siento que aunque salga sola, me deprimo igual... por eso prefiero quedarme en casa, acostada... haciendo nada.

Con los años, he desarrollado una timidez terrible. Afortunadamente, no llego al punto de ponerme colorada por cualquier cosa. Simplemente no hablo porque siento que no tengo tema (o bien no me interesan los temas que hablan los demás) o porque, cuando abro la boca, pareciera que meto las patas hasta el fondo (como por ejemplo cuando sin querer hice un comentario político muy de derecha entre gente de izquierda extrema... y aunque simplemente estaba reconociendo algo que creí que estaba bien, porque generalmente me fijo en hechos concretos más que en ideologías políticas... me miraron casi con cara de asesinos! jajajaja). La situación me hizo clic hace unos días, cuando logré darme cuenta de que llevo más de 6 meses en mi trabajo y aún hay gente que no sabe cómo me llamo, en cambio a mi colega, que lleva un poco más de 3 meses, todo el mundo la conoce.

Mi colega... pff... ella es un caso aparte. Debo partir de la base de que sé que es una buena persona. Sin embargo, logra sacar el peor sentimiento que puedo experimentar: la envidia. Sí, siento envidia de ella. Aunque no sea nada de positivo, tengo que reconocerlo. No puedo entender cómo a ella le va tan bien. Todo el mundo la adora; laboralmente, aunque yo tengo 4 veces más experiencia que ella, ella gana muchísimo más que yo; tiene varios pretendientes (y pareciera ser que no le hace asco a ninguno, a pesar de que tiene novio)... y es tan correcta para todo que aburre!!

En fin... por algún motivo la conducta de ella me afecta... ella trabaja tanto como yo, sin embargo, siento que a mí las cosas me cuestan el doble y que recibo la mitad de la recompensa que recibe ella... y eso me molesta y me hace sentir mal. En términos de relaciones interpersonales, tampoco logro entender cómo una persona puede ser tan extrovertida, al punto de a veces decir cosas que me hacen sentir un poco de vergüenza, y así todo ser adorada por todos. Yo soy lo opuesto... soy la clase de persona que prefiere quedarse callada para no meter las patas o que normalmente no suele hablarle a los demás para no interrumpir sus labores (sí, siempre pienso que la gente está tanto o más ocupada que yo y no me gusta molestar). Tal vez es mi exceso de cortesía lo que me aleja de las personas, pero simplemente no me gusta molestar a los demás, prefiero descubrir las cosas por mí misma.

Todas estas cosas me han llevado a meditar mucho sobre mi persona. Y llegué a la conclusión de que realmente no sé lo que quiero para mí y para mi vida. Quiero mi independencia total y absoluta, pero también quiero compañía. Quiero hacer lo que me plazca, pero siempre el dinero es un impedimento y termino haciendo lo que debo. Siento que trabajo muchísimo, casi al borde de la sobreexigencia y a veces haciéndole pésimos favores a mi salud, pero no logro sentirme contenta con lo que hago, básicamente porque siento que económicamente todo el esfuerzo no vale la pena (no quiero menospreciar, sólo quiero hacer una referencia cercana, pero mi padre que ni siquiera terminó la escuela gana el doble de lo que gano yo que terminé la universidad e incluso comencé un magíster que por varios motivos no terminé).

En este momento, sinceramente, creo que no estoy para realizaciones personales, sino que estoy para ganar el dinero que en unos años me permitirá poder dedicarme a cosas que me realicen como persona. Pero qué caminos tomar o de qué manera cambiar... no lo sé... realmente no lo sé... sin embargo, creo que como toda sensación y sentimiento, lo mejor en este momento es dejar que pase solo... sí, estoy deprimida y no es agradable, pero creo que si dejo que la nube negra cumpla con su ciclo tal como debe ser y sin interrupciones forzadas, el sol brillará más fuerte cuando sea el momento de volver a aparecer en mi vida... sólo hay que dejar que fluya a su propio ritmo, sin presiones y sin condiciones.

martes, 12 de abril de 2011

Momentos especiales...


La verdad las últimas dos semanas ha sido un torbellino de emociones... me habría encantado escribir en su momento acerca de cada cosa y sí que lo intenté, pero el ritmo de la vida moderna muchas veces me impede sentarme a escribir todo lo que me gustaría.

Vivir sola tiene muchísimas ventajas... creo que el estado de independencia que tengo es impagable... sin embargo, y es un poco lógico también, no todo es color de rosas... hay un alto precio que he tenido que pagar, y es perderme esos momentos familiares que a veces son tan especiales... sobre todo los momentos de mi hermano, que es mi vida.

Mi hermano es un deportista nato. En realidad, en mi familia todos tenemos la facilidad de practicar el deporte que se nos antoje, porque tenemos la capacidad de aprender muy rápido... supongo que es cuestión de genética, porque a todos se nos da igual. Pero siempre había tenido que disfrutar de esos triunfos y logros a través del teléfono... hasta hace una semana atrás, cuando me avisaron que mi hermano venía a un torneo a disputar ranking nacional en el deporte que practica. No se imaginan mi felicidad, ya que nunca había podido verlo jugar.

Empezamos sin muchas expectativas. Su entrenador me decía que aunque tiene un muy buen nivel, no tiene el ritmo de competencia de los demás, sobre todo por la lejanía geográfica que le impide competir tan seguido como a todos nos gustaría. Con pasar la fase grupal, que lo dejaría entre los 128 mejores, él se conformaba. Mi hermano venía con metas más ambiciosas... él quería quedar entre los 20. El primer día pasó sin problemas... casi me quedé sin uñas y sin colon, pero mostró un gran juego... la etapa grupal estaba superada y ya al día siguiente iba directo a la pelea por un puesto en el ranking nacional.

Esta vez se invirtieron los papeles... era yo la que alentaba a mi hermano y llamaba a mi madre para contarle los resultados, y era ella la que estaba en mi lugar, simplemente esperando noticias y rezándole a todos los santos que uno pudiera recordar en ese momento. Y así fue como mi hermano empezó a ganar... y quedó entre los 64... y luego entre los 32... y luego entre los 16... ni su entrenador ni yo podíamos creerlo... mi hermano había alcanzado su objetivo de quedar entre los 20 e iba por más... cuando quedó entre los 8 mejores ya no pude evitar soltar un lagrimón de la simple emoción... sencillamente, y de manera inconsciente, mi hermano me estaba regalando el momento deportivo más hermoso de su vida... no había mamá, no había papá, sólo estábamos los dos... si bien todavía no se publica el ranking oficial, lo cierto es que en este momento debe ser 7 ó 6, de un total de 256 niños participantes... si sigue así, fácilmente podría disputar cupos para competencias sudamericanas en el futuro cercano.

No se imaginan cómo me emociono cada vez que recuerdo el fin de semana que pasamos juntos. No importó el calor que incluso me hizo sentir mal en algún momento... poder sentir que fui un gran apoyo para mi hermano en ese día tan especial para él es algo que no puede explicarse... porque simplemente se siente y se observa... nos costó bastante asimilar lo que había pasado... de hecho, él jamás expresa sus emociones, pero al día siguiente mientras estaba en el trabajo, me llamó varias veces... él estaba en el lugar de entrenamiento de los deportistas olímpicos y quería saber si podría acompañarlo... y ahí estuve... al comienzo me asusté porque realmente él nunca había manifestado tanto su deseo de verme y pensé que le había pasado algo... después comprendí que sólo necesitaba un apoyo para ese momento que recién estaba comenzando a digerir.

Según hemos conversado con mis padres, ni los artículos en el periódico ni la entrevista en la TV local han servido para convencernos de lo que logró. Simplemente para todos sigue siendo un sueño. De hecho, recuerdo cómo el día lunes cuando nos despedíamos con mi hermano nos mirábamos y nos reíamos. Supongo que en algún momento lograremos dimensionarlo. Mientras tanto, sólo hay que trabajar para que ese ranking se mantenga o suba... al menos, ese es el sueño de mi hermano... estoy segura de que con esa fuerza, dejará de ser un sueño y se convertirá en una realidad, más temprano que tarde.